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Prólogo

A través de esta Guía para padres despistados, hemos pretendido narrar la forma en que los padres descubren las Dificultades de Aprendizaje de sus hijos. A través de una serie de personajes imaginarios, hemos novelado una historia excesivamente frecuente. A medida que, en el desarrollo de los acontecimientos, vayan surgiendo conceptos o planteamientos nuevos, aparecerán enlaces que nos llevarán, en una nueva ventana, a la explicación o exposición de dichos conceptos. Para esto nos ayudará Dixle, el logo de AVADIS, ya que con su presencia nos indicará que se trata de un enlace externo.

En mayor o menor medida, nuestra propia experiencia se verá reflejada en las situaciones por las que van pasando nuestros protagonistas. Ni que decir tiene que, cuanto menos nos veamos reflejados en esta historia, tanto mejor para nuestros hijos.

Nota para Maestros y Profesores: aunque el Maestro de esta historia pueda parecer el malo de la película, ello no quiere decir que pensemos que todos los Maestros sean así. Necesitábamos un “malo” y le ha tocado ser al Maestro. No obstante, y como podréis comprobar a medida que se desarrollan los acontecimientos, nada es lo que parece, porque, en términos de Rob Long, el problema es el problema, en referencia a que la Dislexia es el problema y no el niño o la niña, ni los padres, ni tampoco el maestro.

Nuestra única pretensión es sensibilizar al profesorado de un problema frecuente, serio e importante, que puede acabar teniendo una grave repercusión sobre los niños con Dificultades de Aprendizaje.

María y José son los padres de Pedro. Pedro es un niño de 7 años completamente normal, pero, recientemente, la maestra de Pedro les ha dicho que su hijo no va bien en el colegio, que Pedro es un «poco vago» y se distrae en el aula. No es nada ordenado y se deja las tareas siempre a medio hacer.
María y José se han llevado un disgusto: “Pedro es vago”. Pero, entre María y José, hay disconformidad de criterios. Para José es algo normal, ya se le pasará: “yo, de pequeño, también me dejaba muchas veces los deberes sin hacer”.
María: «¿y si le pasa algo, está enfermo o tiene algo en el cerebro? Voy a pedir cita con el médico para que le mande al neurólogo».
José: «¡Eres una exagerada! Te digo que es normal».

Analicemos hasta aquí lo que está pasando.

Para la maestra de Pedro, Pedro es “un poco vago”
Para José es normal, Pedro lleva su propio ritmo y ya espabilará
Para María a su hijo le pasa algo, ¿tendrá alguna enfermedad?

Para el mismo niño, tres personas que están con él, tienen una percepción completamente distinta de lo que está pasando.
Las posturas de María y José son, de momento, muy extremas y distantes, y esto, en muchos casos, puede servir de coartada para el maestro/a:

Si María le pregunta (a la Maestra): ¿no le pasará algo, tendrá alguna enfermedad?
La Maestra contestará: Llévale al médico para que le hagan unos estudios.
Si Pedro dice: Bueno es normal, a mí también me pasaba de pequeño, ya espabilará.
La Maestra contestará: Cada niño lleva su propio ritmo, seguramente espabilará, pero insistirle en casa para que haga los deberes.

Difícilmente (bastante raro) encontrarán un Maestro/a que les diga:
Sois un par de idiotas los dos. Vuestro hijo parece tener algún tipo de problema, que no es médico, y que no se le va a solucionar porque tarde un poco más en “espabilarse”.
Porque si la Maestra de Pedro obrase con este planteamiento, el presunto problema se encauzaría fácilmente.

Así pues nos encontramos con que María y José tienen una percepción diferente y distante de lo que está sucediendo. Mientras no se acerquen sus posturas, poco se avanzará y podrá ser el origen de discusiones entre los propios padres que sólo sirvan para reafirmarse en su propia postura.
José pensará: «María está obsesionada con Pedro».
María pensará: «A Pedro le pasa algo y su padre pasa del tema».

Mientras tanto, ¿qué pasa con Pedro?
Una mañana, al levantarse dice que le duele la tripa.
María llama a su madre (la abuela de Pedro) para que venga a cuidarle a casa ya que como le duele la tripa no va a ir al colegio.
Otro día, una semana después, a Pedro le vuelve a doler la tripa y se repite la historia.
María pide cita con el Pediatra

El Pediatra reconoce a Pedro y no le encuentra absolutamente nada. Lo que sigue podrá producirse en la primera, en la segunda o tercera visita al Pediatra en semanas sucesivas, dependiendo de la perspicacia del Pediatra.
Catalina (que así se llama la Pediatra) le pregunta a María:
-¿Va contento Pedro al Colegio?
-¿Tiene algún problema en el Colegio?

María contesta que no, pero aprovecha para plantear sus dudas médicas a raíz de la conversación con la Maestra, y le cuenta a Catalina que, según la Maestra, Pedro es un poco vago.

Catalina pregunta a María qué opina José de todo eso y María se lo cuenta.

Para Catalina es relativamente fácil atar cabos sueltos porque se encuentra al margen y esa visión del problema le va a permitir un análisis más objetivo:

Pedro tiene una somatización, lo que indica un conflicto presumiblemente relacionado con la escuela (dolor de tripa: se queda en casa y no va al cole). Para la Maestra, Pedro es vago. Catalina sabe que en muchos casos, vago es como, desafortunadamente, se etiqueta a un niño que presenta una Dificultad de Aprendizaje. José considera que ya espabilará, que a él también le pasaba de pequeño. Quizás José tuvo también una dificultad de aprendizaje, y Catalina sabe que existe un componente hereditario importante en las Dificultades de Aprendizaje. Y María está angustiada porque su hijo posiblemente tenga un trastorno neurológico.

Catalina intenta explicárselo a María, pero, seguramente, María no está receptiva aún para ese tipo de información. Probablemente, las conclusiones que extraiga de lo que le cuente Catalina es:

«Pedro tiene una dificultad de aprendizaje por culpa de José, y en la escuela no le hacen ni caso».

De vuelta a casa lo primero que hace es acudir a Google y buscar dificultades de aprendizaje. Lo más probable es que la información que encuentre le confunda aún más, y que, luego, con José, tenga una nueva discusión más que asegurada. La búsqueda en Internet le ha supuesto un bombardeo de información con términos completamente nuevos para ella que no está preparada aún para asimilar: dislexia, discalculia, retraso escolar, déficit de atención, y un largo etcétera más.

Más angustiada que otra cosa, solicita una entrevista con la Maestra de Pedro en la que se dedica a bombardearla con preguntas, relativamente inconexas, acerca de que Pedro probablemente tenga una dificultad de aprendizaje.

Llegados hasta aquí, pueden ocurrir dos cosas: que la Maestra analice la situación y se plantee que, efectivamente Pedro pueda tener una dificultad de aprendizaje, o, lo que es más probable, que perciba, la angustia de María y saque la siguiente conclusión: “Esta mujer es una histérica”.

Como esta segunda posibilidad es la más probable, María habrá cometido un importante error: recurrir al Colegio en el peor momento, cuando aún no ha conseguido canalizar su propia ansiedad. Lo único que ha hecho ha sido transmitir su angustia a la Maestra de Pedro que se reafirmará en que Pedro es un vago, lo cual no es de extrañar «con una madre que está todo el día buscando fantasmas por Internet, en vez de estar pendiente de que Pedro haga sus tareas del colegio en casa».

¿Qué debería haber hecho María?

Desde luego no recurrir a la Maestra con un bombardeo de información por Internet sin previamente asimilarla. En todo caso, utilizar esa información para realizar preguntas concretas para sondear la actitud de la Maestra.

Ejemplo de cómo no se debe preguntar:

-¿Lo que le pasa a Pedro es una dificultad de aprendizaje?

Es una pregunta muy directa y la Maestra se va a escudar en que no es a ella a quien le corresponde diagnosticar una dificultad de aprendizaje.

Es preferible:

-Lo que le pasa a Pedro, ¿podría ser una dificultad de aprendizaje?

La pregunta es más abierta, y María debe estar preparada para la respuesta que, con toda probabilidad, en esa primera entrevista, va a ser: «Yo creo que no».

No debemos los padres pretender, de esa primera y única entrevista hasta el momento, que la Maestra dé marcha atrás y contacte con el Gabinete de Orientación para una evaluación psicopedagógica de nuestro hijo.

En el mejor de los casos, lo más que debería plantearse María es dejar una puerta abierta para que la maestra de Pedro pueda reconsiderar la situación, pero haciéndolo de forma sosegada para no dar la posibilidad que la maestra pueda reafirmarse en que María es una histérica.

¿Y José? José sigue en sus trece de que Pedro espabilará en cualquier momento.

Sin querer, la perspicacia de María juega a su favor. Le cuenta a José la entrevista con la Maestra, pero de una forma peculiar:

-Me ha dicho la Maestra que Pedro a lo mejor tiene una dificultad de aprendizaje

José reacciona:

-¿Cómo que una dificultad de aprendizaje? ¿Qué enfermedad es esa?

A María Internet le ha servido para responder a José de forma categórica:

-No es ninguna enfermedad.

Efectivamente, las Dificultades de Aprendizaje no son enfermedades.

-Entonces, ¿qué es?

María consigue arrastrar a José hasta el ordenador y buscan en Google. Por primera vez hacen algo juntos por Pedro: buscar respuestas. Cuatro ojos ven más que dos, y José tiene más experiencia que María en el manejo de Internet, por lo que selecciona recursos más concretos relacionados con las Dificultades de Aprendizaje.

José está absorto. Empieza a ver descrito no a Pedro, su hijo, empieza a ver descrito lo que le pasaba a él, de pequeño en el colegio.

Encuentran en una página que existe un componente hereditario en las Dificultades de Aprendizaje.

-Eso mismo es lo que me dijo Catalina –dice María.

José piensa: «si eso me pasaba a mí, y puede ser hereditario, es muy probable que le pase también a Pedro».

Efectivamente, las Dificultades de Aprendizaje no son enfermedades y pueden tener un componente hereditario.

Lo más importante que está sucediendo es que María y José están acercando posturas, lo que será importante para Pedro.

Mientras, ¿qué es lo que pasa con Pedro?

A Pedro cada vez le duele más la tripa por las mañanas. Los deberes le cuestan cada vez más y tarda una eternidad en realizarlos. Sólo está contento los fines de semana. El domingo por la noche no encuentra la hora de irse a la cama, como si de esa manera pudiera evitar que llegara el lunes. En casa, no cuenta nada de lo que hace en el Colegio.

¿Tiene Pedro una Dificultad de Aprendizaje?

¿Qué tipos de Dificultades de Aprendizaje hay?

Dependiendo de la edad, ¿qué signos podría presentar Pedro?

Ahora María, con mayor información, y procesada esta, vuelve a solicitar una entrevista con la Maestra de Pedro.

La Maestra de Pedro sigue reticente, pero la actitud sosegada de María hace que no pueda considerarla una histérica; además, habla y menciona cosas que realmente le ocurren a Pedro en el aula. En tanto en cuanto María sea capaz de rebatir todos los argumentos de la Maestra y consiga acorralarla, tendrá posibilidad de que la Maestra tenga que recurrir, a modo de escapada, a la solicitud de una evaluación por el Gabinete de Orientación. Esto puede que no ocurra en esta entrevista, pero si no es así, María lo volverá a intentar un poco más adelante.

María y José han conocido, a través de Internet, una Asociación de Dislexia, y gracias a ello, se han enterado de los derechos y de las posibilidades que hay de evaluación e intervención. Aunque también les han advertido que el Colegio se dedicará a darles largas.

Como la incertidumbre es cada vez mayor, deciden, finalmente, realizar una evaluación a Pedro independiente del Colegio. Le han llevado a un Centro privado recomendado por la Asociación de Dislexia, de reconocido prestigio.

La evaluación confirma las sospechas. La incertidumbre da paso a la realidad. Pedro tiene rasgos disléxicos. Al entregarles el informe, un profesional les explica qué es eso de rasgos disléxicos.

María quiere saber: ¿Pero es o no Dislexia?

El profesional le explica por qué, técnicamente, no se puede hablar con franqueza de Dislexia: según la definición de esta, hace falta un retraso de dos años para poder diagnosticarle de Dislexia.

¿Y ahora qué? Se preguntan María y José.

Junto a la evaluación efectuada a Pedro, se dan una serie de pautas para intervenir favorablemente en el proceso de Aprendizaje de Pedro.

¿Qué posibilidades de Intervención se plantean?

1.- A nivel privado: Logopedia, Profesor de Apoyo…
2.- En el Colegio: para ello se dependerá del grado de implicación del Centro y de la Maestra de Pedro, para que este reciba el apoyo necesario.
3.- A nivel Institucional: Logopedia en un centro concertado a través del Instituto Nacional de la Salud.

Como María y José han consultado un poco el tema de la intervención a nivel privado, y han visto precios al respecto, deciden intentar las otras dos vías: el Colegio, y la Intervención Institucional.

El primer paso es llevar el informe a su Maestra.

En la Asociación, les han dado una serie derecomendaciones (o más bien sugerencias) para llevárselas impresas a la Maestra.

María lleva el informe a la Maestra. Esta no tiene más remedio que hacérselo llegar al Gabinete de Orientación que, presumiblemente, lo desacreditará por tratarse de un Centro Privado, algo sobre lo que les han advertido en la Asociación, por lo que María intenta otra vía, además: la Seguridad Social.

Para ello ha recurrido a Catalina, la Pediatra de Pedro, que les ha informado que se trata de un recurso francamente complicado puesto que tiene que ser autorizado por la Inspección de Zona.

¿Cómo se realiza la derivación a un Centro Concertado a través del Sistema Nacional de Salud?

María y José empiezan a agobiarse un poco. El tiempo avanza, Pedro se estanca y no parece haber progresos en el Colegio. Además, en la Asociación han conocido casos de otros niños con una historia parecida a lo que a ellos les ha ocurrido: largas en el Colegio y problemas cada vez más acentuados en los niños.

En una jornada informativa de la Asociación, asisten a una Conferencia dada por una psicóloga, sobre Autoestima y Dificultades de Aprendizaje. Salen aterrados: la principal consecuencia de las Dificultades de Aprendizaje es la pérdida de autoestima que se va produciendo en el niño, y ello se pone de manifiesto en conductas de evitación y rechazo hacia todo aquello que le genera angustia, esto es, el colegio.

Al terminar la conferencia, abordan a la psicóloga y le plantean lo que le está pasando a Pedro: no cuenta nada del colegio, le duele la tripa cada vez más frecuentemente, etc.

La psicóloga les explica que Pedro está en un momento delicado del proceso madurativo de su personalidad, y que las cosas no van a mejorar mientras no se pongan los medios, o las intervenciones necesarias para que él no se sienta angustiado en el Colegio. Probablemente Pedro es ya consciente de lo que está viviendo en el Colegio y empieza a sentirse diferente a sus compañeros, lo cual es cierto, pero, como en algún momento le habrán dicho que es torpe, lo más probable es que esa diferencia esté empezando a vivirla como una torpeza propia. No querrá ir al cole para no sentirse torpe.

María y José saben de niños en la Asociación que están en tratamiento psicológico por falta de autoestima.

-¿Qué se puede hacer? –pregunta María a la psicóloga.

-Pedro, ¿sabe lo que le está ocurriendo? –pregunta a su vez la psicóloga.

-¡CLARO QUE NO! –responde María.

-Pues lo primero que tenéis que hacer es hablar con él y hablar de ello con naturalidad, explicándole lo que está sucediendo y por qué.

UN NIÑO CON UNA DIFICULTAD DE APRENDIZAJE SE SIENTE DISTINTO DE LOS DEMÁS, POR LO QUE DEBE SABER A QUÉ SE DEBE ESA DIFERENCIA DÁNDOLE LAS EXPLICACIONES QUE SEAN NECESARIAS.

Pedro ha llegado con una nota en la Agenda en la que citan a María y José para una entrevista en el Colegio.

Tras concertar una entrevista, acuden y se encuentran a la Maestra de Pedro junto a otra persona que resulta ser una psicopedagoga del Gabinete de Orientación correspondiente al Colegio.

La psicopedagoga, con el informe de Pedro en la mano, les comunica que no procede realizar ninguna evaluación, ya que, tal y como figura en el informe aportado, Pedro tiene un ligero retraso que no es significativo, por lo que no necesita ninguna intervención especial por parte del Colegio. Que le ayuden un poco más en casa con los deberes y que, poco a poco, su ritmo de aprendizaje se irá adecuando al de los demás.

José interviene: -Mi hijo tiene dislexia.

-Pedro no tiene dislexia –dice la psicopedagoga- No se puede diagnosticar de dislexia a un niño mientras no haya un desfase de dos años.

-¿Y qué hacemos? ¿Nos cruzamos de brazos durante dos años y no hacemos nada para que Pedro pueda ser diagnosticado de Dislexia?

-Créame, su hijo no tiene Dislexia. He visto muchos casos y a Pedro lo único que le pasa es que va más lento.

María y José no salen nada contentos de esa entrevista. Evidentemente el Colegio no va a hacer nada. La vía institucional tiene una larga lista de espera. Empiezan a plantearse la necesidad de recurrir a algún medio privado, cueste lo que cueste.

Pedro está contento: tiene varicela y, por prescripción de su Pediatra, Carolina, no puede ir al Colegio. Aunque ha estado dos días mal, con fiebre, la perspectiva de dos semanas sin ir al colegio le ha animado bastante. Además, Carolina le ha recetado un jarabe con el que los granitos le pican muy poco. Para Pedro, esto de la varicela es como unas vacaciones, hasta el punto que le ha preguntado a María, su madre, cuando puede volver a “pillar” la varicela.

María ha decidido retomar la sugerencia de la psicóloga y hablar con Pedro de su Dificultad de Aprendizaje.

Para Pedro, la simple palabra colegio, es el origen de todo tipo de angustias, por lo que evita todo lo relacionado con el mismo. Pero, poco a poco, María consigue ir sonsacándole algo. Los demás niños se ríen de él cuando se equivoca al leer una frase, lo que ocurre a menudo. Y eso le duele mucho. María empieza diciéndole que todos somos diferentes.

-Pero no me gusta que se rían de mí -insiste Pedro.

-Cariño, a nadie nos gusta que se rían de nosotros.

No es fácil explicarle a un niño en qué consiste ser diferente, y mucho menos por qué esas diferencias son con frecuencia motivo de burla o, aún peor, de agresión física o verbal.

Con la perseverancia propia de una madre, María insiste en tratar de explicarle a Pedro el por qué él tiene algunas dificultades para la lectura. Sabe que en esa primera conversación con su hijo no va a lograr mucho más que abrir una puerta para poder seguir hablando con él del tema.

Los días pasan y a la dificultad de Pedro en el colegio se ha sumado el retraso lógico como consecuencia de la convalecencia de la varicela. María ha intentado por todos los medios ayudar a su hijo con los deberes en casa, pero sólo ha conseguido desesperarse, angustiarse y experimentar un sentimiento de frustración ante la dificultad de Pedro. Hablando del tema con otra madre de la Asociación, ésta le ha recomendado que busque un profesor particular.

María lo habla con José, el cual ha notado que su mujer está completamente agobiada intentando ayudar a Pedro con los deberes del colegio, y le parece bien.

No tarda María en enterarse de una profesora que «ayuda» con los deberes a otros niños disléxicos y se pone en contacto con ella. Se llama Aurora, es Profesora de Educación Especial, y se está preparando unas oposiciones. Las tardes las dedica a dar clases de apoyo a niños y niñas con dificultades de aprendizaje.

El primer día, Pedro se obstina en no querer ir a la clase de apoyo. Ha montado una tremenda pataleta. Para él, en principio, no se trata nada más que lo mismo a lo que está habituado en el colegio y que aborrece en extremo. María ha tenido que recurrir al chantaje de comprarle un juguete. De vuelta de esa primera clase con Aurora le preguntan María y José qué tal le ha ido. Pedro contesta escuetamente: «Bien».

Unos días más tarde, Pedro le pide un periódico a su madre. María se lo da. Pedro empieza a hacer pequeños recortes con unas tijeras.

-¿Qué haces? -pregunta María.

-Estoy recortando letras.

-¿Y para qué?

-Aurora me ha dicho que busque en un periódico las letras de mi nombre y que las recorte -explica Pedro.

María aprovecha para preguntarle a su hijo qué tal con Aurora y qué es lo que hace con ella. Pedro le explica que ha estado haciendo letras con plastilina, dibujándolas en cartulina y recortándolas.

-¡Ah, y también hemos jugado al dominó! -añade Pedro.

-¿Al dominó? -pregunta María incrédula.

-Sí, al dominó.

María no tiene muy claro que el «apoyo» que recibe Pedro, a base de plastilina, dibujar y recortar letras, o jugar al dominó, sea lo más apropiado para un niño con problemas de aprendizaje y que empieza a ir francamente mal en el colegio.

Por la noche le expresa sus dudas a José, su marido.

-¿Al dominó? -pregunta José cuando María le cuenta la conversación que ha tenido con Pedro- ¿Qué tiene que ver el dominó con todo esto?

-No lo sé; pero se lo voy a preguntar mañana mismo a Aurora.

Al día siguiente, María aborda a Aurora para pedirle algunas explicaciones. Aurora le explica, pacientemente, que para un disléxico, cuyo problema es, fundamentalmente, las letras, lo primero que habrá que hacer es familiarizarse con las mismas: dibujarlas, recortarlas, fabricarlas en plastilina y un sinfín de cosas más que irán haciendo en clase.

-Todo eso está bien -dice María- pero Pedro va muy mal en el cole y lo que necesita es ponerse al día.

Aurora trata de explicarle que para «ponerse al día», Pedro necesita en primer lugar familiarizarse con el lenguaje. Pedro, probablemente, siempre irá por detrás; pero, el cuánto más detrás, dependerá del tiempo que tarde en automatizar el lenguaje.

-Las letras forman sílabas; las sílabas palabras. Las palabras oraciones -explica Aurora- Tenemos que ir pasito a pasito, y lo primero son las letras.

-¿Y el dominó? -pregunta María.

Aurora no puede evitar una sonrisa. Le explica que el dominó con el que juega con Pedro es un dominó que, en vez de tener puntos, tiene letras, de manera que, jugando, Pedro va asimilando, de otra forma distinta, los símbolos que serán necesarios para manejarse en el lenguaje escrito.